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Desierto de Atacama se posesiona como uno de los mayores centros de radiación solar del Mundo.
Casi nueve mil paneles se mueven como girasoles, siguiendo la trayectoria del Sol, en el parque fotovoltaico Guanchoi –el segundo operativo más grande de Chile– en el desierto de Atacama. Cada una de las placas cuenta con una tecnología del tipo monocristalina bifacial que le permite captar energía lumínica por ambas caras, lo que maximiza su producción de renovables.
Y no es de extrañar que este proceso tenga como epicentro el norte chileno, donde regiones como Atacama y Antofagasta se han transformado en una incubadora para los generadoras de energía solar. Como si se contemplara una postal de Marte, este desierto tiene los mejores atributos para esta industria: elevadas montañas rojizas, escasa nubosidad y una atmosfera delgada. Su irradiación superficial, medida por el climatólogo Raúl Cordero y otros investigadores de la Universidad de Santiago (USACH) durante unos siete años en la meseta de Chajnantor, ha alcanzado un récord global, sólo comparable a Venus, el segundo planeta más próximo al Sol. Si se intenta comparar con otros lugares del mundo, los rayos de Atacama duplican en potencia a la de Europa central y la costa este de Estados Unidos. Y, a menudo, las nubes dispersas abren paso a los extremos solares de corta duración en el altiplano, que generan una radiación un 80% mayor que aquella que se puede dar en un cielo despejado.